Un estado permanente de estrés psicofísico provoca cambios hormonales que no deben subestimarse en absoluto. En primer lugar, el aumento crónico de los niveles de cortisol, la hormona del estrés por excelencia. A pesar de tener una acción de quema-grasa, son más evidentes los efectos en la pérdida de masa muscular y en el aumento de la glucemia. Por lo tanto, es bueno tratar de mantener el estrés bajo control.

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Después del anterior identikit del hambre emocional, aquí os cito algunas sabias reflexiones de grandes profesionales y maestros de vida. Leer más

Después del anterior identikit del hambre mental, toca sin duda profundizar el hambre emocional, también llamada hambre nerviosa. Otro fruto de la mente que conduce a una dieta no movida por las sensaciones físicas de hambre, saciedad, saciedad gástrica o «apetito celular» sino por las emociones. Leer más

El Coaching nutricional y del estilo de vida (Lifestyle Coaching) acompaña a la persona hacia un cambio de alimentación y estilo de vida consciente, autodeterminado, duradero y más saludable. El Mindful Eating (Comer Consciente) invita a poner atención plena a la experiencia de comer, llevando la consciencia a los alimentos que comes y a cómo, cuándo y para que comes, así como a los pensamientos, sensaciones corporales y emociones antes, durante y después de comer,  con curiosidad y sin juicio.

¿Cómo surgen estas nuevas disciplinas?

Está claro que malos hábitos alimentarios y el sedentarismo juegan un papel crucial en la promoción del sobrepeso, la obesidad y el aumento de las enfermedades crónicas asociadas con ellos (enfermedades cardiovasculares, diabetes mellitus, trastornos endocrinos, enfermedades metabólicas, etc.). Y está reconocido que el único tratamiento efectivo a largo plazo contra el sobrepeso y la obesidad es un cambio de estilo de vida duradero y auténtico hacia la adopción de hábitos más saludables. Sin embargo, la realidad nos enseña que cambiar el estilo de vida no es nada fácil. El consumidor moderno dispone de una cantidad importante de información válida sobre la «alimentación saludable», transmitida de parte de profesionales de la salud competentes a través de un número infinito de canales de comunicación. ¿Quién no sabe que las frutas y las verduras deberían ser la base de la alimentación diaria? ¿Quién nunca ha oído que no es recomendable comer bollería industrial? ¿O que el pescado azul debería llevarse a la mesa con más frecuencia que la carne roja?  Sin embargo, conocer estos conceptos básicos no quiere decir ponerlos en práctica.

¿Por qué no es suficiente disponer de información correcta para adherirse a un estilo de vida saludable?

«Es más fácil cambiar de religión que de dieta» (Francisco Grande Covían)

En el corto plazo, es relativamente fácil comer «sano», hacer ejercicio y hasta
perder peso, mejor que mejor si bajo la guía de un dietista-nutricionista o participando a un programa de intervención nutricional (estudios clínicos llamados Lifestyle Behavioral Interventions). Lo difícil es un cambio de por vida. Alfred Adler definió el estilo de vida como esa «huella única e irrepetible de cada individuo, constituida por la resultante de rasgos de comportamiento,
orientación de pensamiento, sentimientos y emociones». Algo arraigado en cada uno de nosotros desde los primeros años de vida, y por lo tanto, difícil de rediseñar. El cambio de que hablamos es entonces una transformación profunda. Como en todo, el primer paso es la toma de conciencia: de los mecanismos automáticos que impulsan la persona a actuar de cierta manera en la mesa o en momentos clave del día.

«Primero hacemos nuestros hábitos y luego nuestros hábitos nos hacen a nosotros» (John Dryden)

Centremonos en la alimentación, el elemento más esencial y constante que marca el estilo de vida de cada uno de nosotros. La relación con la comida es la relación más antigua y oscura de nuestra vida: el simple acto de comer está fuertemente influenciado por múltiples factores, no solo fisiológicos (genéticos, epigenéticos) sino también psicológicos y socioculturales que han afectado nuestra conducta alimentaria desde la primera alimentación con calostro. Cuando no hay conciencia (y por lo tanto legitimación) de la necesidad de saciar profundamente todos los diferentes niveles de hambre del ser humano (fisiológico, mental, emocional, espiritual), hay una falta de conciencia de los diversos «alimentos» que tenemos disponibles para nutrir a nosotros mismos. Y es más probable que nos encontremos comiendo no tanto para llenar las necesidades fisiológicas de crecimiento y sustento de nuestro cuerpo «físico» (hambre estomacal, hambre celular) sino que para satisfacer otras necesidades (hambre emocional, hambre intelectual). Por lo tanto, es importante detenerse y reflexionar. Sobre el por qué nos volvemos cada vez más «gorditos» y más insatisfechos. Sobre el por qué no es suficiente con simplemente leer una buena revista de
nutrición o pagar a un nutricionista competente que nos prescriba “la dieta de la salud”, para encontrar el verdadero bienestar y sentirnos en armonía con nosotros mismos. En este contexto, tanto el enfoque de Lifestyle Coaching como la práctica del Mindful Eating son consecuente con la necesidad de una mayor conciencia de nosotros mismo y de nuestros mecanismos internos. Y son disciplinas completamente alineadas con el nuevo paradigma de autogestión de la salud.

 

 

Hemos cerrado la nariz y elevado la mente

Al hambre mental la llamo “gran déspota desconocido” porqué en mi experiencia de coach y de vida he ido observando que en la época en la que vivimos el hambre que verdaderamente manda en nuestras mesas (o de pie, al lado de la nevera) es justamente el hambre que surge de nuestro parloteo mental. Sin embargo, a menudo ni tenemos conciencia de cuánto influye en nuestros hábitos alimentarios viciados.

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El pasado miércoles 12 de diciembre participé como invitada al programa de radio «Con consciencia en la mesa» en radio «La Mirada Esencial».

Se acercan las comilonas navideñas y nos brindan una oportunidad para detenernos y observar nuestras conductas automáticas frente a la comida, ampliar el espacio de consciencia hacia qué nos nutre en estos momentos de fiesta y de que tenemos realmente hambre, recuperar el aspecto ritualista de comer y la alimentación sensorial.

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El pasado 28 de septiembre ‘18 partecipé al “I Encuentro Internacional de Coaching Esencial”* con una intervención intitulada ¿Quién se sienta a la mesa? La mirada esencial en la relación con la comida (video disponible en mi canal de Youtube).

En este post comparto las reflexiones que surgieron durante mi ponencia en ocasión del encuentro.

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¿Estamos atentos a cómo respiramos o damos por sentada la respiración al igual que el latido del corazón?

La respiración es nutrición. Sin embargo, muy a menudo descuidamos la importancia de una respiración profunda como elemento indispensable no solo para la supervivencia sino que para mantener nuestra salud y el bienestar psicofísico.

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En un post anterior invitaba a cultivar la consciencia de si estamos comiendo deprisa/bajo estrés y de la importancia de aprender a darnos tiempo para gozar de la comida, de una buena digestión…y de una vida plena.

En este artículo vamos a describir las ventajas de comer despacio y a compartir expedientes para entrenarnos en la “comida sosegada”.

De pequeña solía comer muuuy despacio… Leer más

Como describe Marc David en La dieta del sosiego, comer alimentos sanos es sólo la mitad de la ecuación de una buena alimentación: la otra mitad depende de si estamos comiendo bajo estrés o si, al revés, nos encontramos en un estado ideal para digerir y asimilar alimentos. La vitamina T (de Tiempo para las comidas) es un supernutriente esencial para gozar de la comida y de una digestión plena.

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