Dieta y sosiego: la vitamina T (de Tiempo) contra el estrés y la mala digestión

Como describe Marc David en La dieta del sosiego, comer alimentos sanos es sólo la mitad de la ecuación de una buena alimentación: la otra mitad depende de si estamos comiendo bajo estrés o si, al revés, nos encontramos en un estado ideal para digerir y asimilar alimentos. La vitamina T (de Tiempo para las comidas) es un supernutriente esencial para gozar de la comida y de una digestión plena.

¿Te describirías como una persona que come rápidamente, moderadamente, o lentamente?

Si respondiste “lentamente”, te felicito. Si al revés te has dado cuenta de que no comes con sosiego y quizás arrastres estrés en tu experiencia de comer… valdría la pena de que prestes atención al cómo comer, antes de cuidar el qué comer.

El habito de comer rápidamente no es que una de las muchas herencias de nuestra cultura, enamorada de la velocidad. Comer bajo estrés no sólo es común, a menudo parece ser un “requisito social” necesario para mantener un empleo, una familia organizada, una vida al paso con los tiempos.

Sin embargo, queda para reflexionar si los tiempos modernos son realmente impuestos, o nos estamos autoimponiendo un estrés innecesario y dañino. Hasta en la mesa.

La respuesta fisiológica de estrés

La respuesta de estrés es un fenómeno complejo, fisiológico y altamente funcional: es un mecanismo de seguridad perfeccionado a lo largo de nuestra historia evolutiva para protegernos en situaciones de peligro para la vida, y tiene el principal objetivo de asegurarnos la supervivencia.

En una situación de peligro (un agente agresor, un desastre natural, un accidente que nos pone en riesgo improvisamente) el organismo activa una serie de cambios metabólicos expresamente dirigidos a garantizar la supervivencia y maximizar la eficiencia de dos posibles respuestas frente al peligro: luchar o huir. En los momentos en que se activa la respuesta de estrés, aumentan los niveles sanguíneos de hormonas que ayudan a proporcionar energía inmediata para la lucha o la huida (adrenalina, noradrenalina, cortisol), el ritmo cardiaco se acelera, la presión sanguínea aumenta, la respiración se vuelve más rápida y más superficial y el flujo sanguíneo se desvía del centro del cuerpo hacia el cerebro (para poder pensar con rapidez) y hacia los artos inferiores y superiores, para tener energía disponible para luchar o huir.

Es por lo tanto totalmente funcional que en un momento de peligro y de lucha por la supervivencia el organismo no desperdicie energía en digerir el desayuno o el almuerzo!

Estrés disfuncional: en estado de alarma permanente

El problema llega cuando vivimos literalmente en un estado de alarma permanente y en ausencia de un verdadero peligro de vida, sometiendo el organismo a un estado de estrés crónico de bajo nivel.

Creo que nos ha pasado a muchos de mordisquear una magdalena y tragar el café con leche mientras nos preparamos con toda prisa y ansiedad para no llegar tarde al trabajo, o de almorzar rápidamente en frente del ordenador abrumados por el trabajo, o mientras revisamos todas las tareas diarias aun por hacer y pensando en cualquier otra cosa menos los alimentos que estamos ingiriendo. O de cenar enojados por una discusión recién tenida con nuestra pareja o nuestros hijos, dándole vuelta a nuestras razones y retroalimentando el enfado en vez de soltarlo y entregarnos al placer de comer.

En estos momentos el cuerpo no tiene la más mínima idea de que lo que está experimentando no es cuestión de vida o de muerte: desde el momento en que el cerebro percibe el estrés, y en función de su intensidad, se van activando los distintos cambios fisiológicos que garantizan la lucha o la huida, incluido cierto bloqueo digestivo.

No extraña por lo tanto que cuando comemos en un estado de ansiedad o estrés podemos tener síntomas como acidez estomacal y otros trastornos gástricos crónicos, gases, cólicos o retortijones, fatiga después de la comida y muchos otros malestares digestivos. Muchas personas tienen la sensación que la comida se le ha quedado paralizada en el estómago, y eso es realmente lo que ocurre hasta que el cuerpo salga del estado de “peligro” y vuelva a su funcionamiento digestivo normal.

La Vitamina T de Tiempo: diagnosis y tratamiento 😉

«En estas épocas de fast-food y de distancia con nuestro
ser esencial, el tiempo se va convirtiendo en un bien escaso, y
ya no disponemos de él para ocuparnos de las necesidades básicas
ni de los placeres del cuerpo y del alma. Desatendemos
la calidad de nuestras relaciones, nuestros afectos y nuestros
sueños, tanto como la calidad de lo que comemos y de lo
que damos de comer a nuestros hijos«

(Laura Gutman, La revolución de las madres)

Darse la oportunidad de salir del hábito de comer rápido y bajo estrés y de entregarse conscientemente a la experiencia de las comidas lentas y regalarse tiempo para sosegarse con los alimentos (y con la vida) es un acto bondadoso y compasivo hacia el cuerpo y la mente.

Como siempre, un buen inicio está hecho de pequeños pasos, bien asentados para que el cambio sea gozoso y duradero.

Si te has diagnosticado deficiencia de vitamina T, la cura empieza ya con el hecho de reconocer cual es la comida del día que consumes más rápidamente, con mayor nivel de estrés o con menor atención a los alimentos y al acto de comer. Después de esta auto-observación, que traerá consciencia a un acto quizás automático, podrás comprometerte contigo mismo a experimentar otra forma de vivir la experiencia de comer: dándote más margen de tiempo, un contexto más agradable y cómodo, una pausa del ritmo cotidiano.

Por ejemplo, si sueles tomar el desayuno en cinco minutos, de pies y contestando a los primeros correos del día o leyendo el periódico para adelantar dicha actividad, explora como es desayunar tomándote diez minutos en vez que cinco, sentad@ en la mesa y con la espalda apoyada al respaldo de la silla, respirando entre bocado y bocado, y focalizando tu atención en nada más que la comida.

Aumentar el tiempo dedicado al almuerzo o la cena posiblemente requiera una mayor reorganización de tus horarios y tus tareas diarias, y cierto grado de colaboración por parte de tu entorno. Una estrategia podría ser compartir tu intención de aumentar los niveles de vitamina T con familiares, compañeros de trabajo o jefes, para encontrar cómplices motivados por tu misma intención y hacer que el ambiente te facilite a la hora de ir a la acción.

Los efectos de un tratamiento de vitamina T se notarán tanto en el cuerpo que en el espirito!

Referencia bibliográfica: 

La dieta del sosiego: Comer por placer, para obtener energía y para adelgazar. Marc David – Institute for the Psychology of Eating

 

 

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